Leyenda: El rincón del Diablo - Guadalajara
- Jalisco Escondido
- 8 nov 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 22 nov 2018
Las novicias del convento de Santa María de Gracia, actualmente el edificio de la Secretaria de Turismo, fueron testigos de actos impuros los cuales ocasionaron terror en la época virreinal.
Una de las prolongadas paredes del convento topaba con un angosto, obscuro y tenebroso callejón el cual las personas lo conocían como del "Ahorcado" pues fue en ese callejón donde un adultero de apellido Lemus se colgó.
Una noche donde ni la luz que refleja la luna se atrevió a iluminar ese terrorífico lugar la religiosa encargada de las novicias despertó aterrada por gritos que escucho por su ventana ya que su cuarto daba al callejón.
De inmediato salió para averiguar quién y por qué gritaba de una forma tan desgarradora y al observar la escena quedo petrificada del miedo, pues se encontró un ritual de adoración al diablo realizado por miembros distinguidos de la sociedad de aquellos tiempos.
En la escena se observaba una mesa larga cubierta con un paño de tumba, sobre la mesa había cuatro velas negras apoyadas en cráneos humanos estas velas alumbraban el rostro de mujeres del aquelarre con los cabellos alborotados quienes sostenían unas copas con una pócima misteriosa al mismo tiempo golpeaban agresivamente la figura de un Santo Cristo de marfil que se encontraba tendido en una mesa sacrílega. Dicen que la mirada del Cristo suplicaba piedad a las brujas.
Al momento que esto pasaba grandes bultos cubiertos con largos mantos negros se acercaron, al dejar caer el manto se pudo observar que eran hombres y mujeres atractivos listos para entregarse y darle culto al Diablo con el grito "Dense al rey", de ese modo se oficiaba la funeraria misa.
Rápidamente la religiosa llamó a la abadesa quien a pesar de la hora mando llamar al mayordomo del convento un respetable sacerdote; él fue el encargado de que la noticia llegara al Obispo. Llamó a oficiales del Santo Oficio con esto el tribunal de la Inquisición decidió moverse rápidamente para castigar a los que se entregaban al demonio, la noche siguiente observaron todo el ritual por la perilla de la casona que se encontraba del otro lado del callejón, decidieron tomar acción y derribaron la puerta. Al investigar el lugar se percataron de que adoraban al Domino con una gran pintura de su imagen.
Desde esa noche los ciudadanos cada que escuchaban "El Rincón del Diablo" se aterrorizaban y enseguida se persignaban pronunciando "Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar" y si su camino los guiaba por ahí nunca lo atravesaban solos y siempre llevaban consigo un poco de agua bendita.
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